Hoy (8 de diciembre 2014, Tel-Aviv, Israel) una señora de Filipinas se
sentó junto a mi en una silla de la calle; me muestra un par de zapatos que
venía comprando -¿te parecen bonitos?- sí por supuesto -le dije-. Me cuenta que
tiene tres hijos, el menor de 8, una hija de 20 y otra de 21, ella no ha vuelto
a Filipinas en 7 años. Su esposo la dejó hace 6 años y tiene otra familia. Ella
sigue dudando si los zapatos son bonitos (Converse negros de 60 euros aprox.) -
son bonitos y cómodos, te lucen con el jean que traes- le digo.
Me pregunta cosas sobre mi, a las cuales respondo y ella
parece fascinada. Sabe dónde es Ecuador, Barcelona, y me dice palabras en
castellano que nuestras lenguas madres comparten. Que quizá pueda cambiar los
zapatos, los siente grandes, se prueba uno, se prueba el otro, quizá con media
gruesa mejore, ¿crees que en verano pueda usarlos?, sí tienes razón el negro es
elegante y el diseño es simple, ella asienta. Yo insisto en que le van bien.
¿crees que están muy caros?- creo que si te ponen contenta eso no importa-,
este año me he comprado 4 par de zapatos en esa tienda, ve y compra ahí me
dice, le dije que echaría un vistazo.
Muéstrame una foto de tu novio, de tu país, qué se come
ahí, en qué trabajas, tienes teléfono, estas enamorada, te aman, sabes cocinar,
para que sirve lo que estudias? -entendí a estas alturas que estaba loca por
hablar con alguien- intenté complacerla en todo, ella disfruta mucho,
preguntando y más de mis respuestas. ¿cuándo se casan?, que joven eres!, tu
país es muy verde!...creo que me voy a quedar con los zapatos me dice, es lo
que hay, y guarda su zapatos en la caja.
Ella tiene 45, vive en un apartamento con otras 19
Filipinas, no ha tenido otra relación, cuando habla de su hijo menor su tono,
el de la voz y el de la mirada, cambian, yo le sonrío y le digo que vaya a
Filipinas, se ha puesto triste.
Hoy la inocencia de un ser humano se sentó a mi lado, y yo, me humanicé
un poco más.