Hace algo así como diez años atrás, al caer la tarde, entré a la
llamada ciudad santa, con prisas y cansancio, solamente quería un baño, un jugo
y dormir.
Al día siguiente desperté, y como de costumbre, miré por la
ventana y encontré unos de los paisajes más bonitos que he visto en mi vida, Jerusalén.
Tomé el tradicional desayuno americano y salí a recorrer la ciudad. La descubrí
por el frente de la entrada de Damascos, las murallas que encierran a la ciudad
vieja de Jerusalén son imponentes, así que hay que decidir por donde entrar.
Ahora me parece escuchar claramente como un mercader gritaba ashara, ashara shekels (diez, diez
shekels), ofreciendo su producto, que ahora no recuerdo cual era, pero desde
entonces ashara es mi numero favorito
en árabe. Caminé de prisa, atravesé la gran puerta, y mientras bajaba unas graderías
mi mirada se cruzó con la de un joven, que con seguridad tenia algo así como mi
edad de aquel entonces, vestido del verde como el color de sus ojos y arropado por
un fusil, me miró, sonrió y me dijo yafa (bonita), palabra que descubrí su
significado días después (muy tarde como para regalarle una sonrisa).
De repente ya estaba en un lugar de ensueño, era un gran mercado,
como nunca jamás había visto, caminaba por las pequeñas callejuelas repletas de
gente como de objetos, mujeres hermosísimamente tapadas se paseaban en busca de
especies, hombres con olor a tabaco y mirada de misterio se gritaban el uno al
otro, los niños corrían de un almacén a otro con shain (té), como jugando lo hacían. Los lugares para visitar son muchos,
el muro de los lamentos, recuerdo haber subido a un lugar donde había etiopianos,
recuerdo haber visto aterrorizada a ortodoxos peleándose con franciscanos, y sorprendida
a judíos jugando con musulmanes y cristianos. Recuerdo la vía dolorosa (yo no
soy religiosa), pero cada estación es como contar un cuento que nunca acaba,
museos, tumbas, iglesias, hay tantas cosas, la arquitectura, los olores, los sonidos,
simplemente encantan. Entre la muchedumbre pude reconocer algunos españoles,
portugueses, argentinos, estadounidenses, chilenos, si, de un chileno me
acuerdo, visitamos juntos algunos lugares y nos despedimos, ¿qué será de él?
Si uno quiere hacer una
visita rápida a esta ciudad, me refiero a la ciudad vieja, es posible, pero es
casi soberbio si así se hace. Yo la visité varias veces en mi estancia en
Israel, que fue de algunos meses, y aun creo que debo volver y redescubrir sus
lugares.
Recuerdo a Rashid, tenía un lugar donde vendía comida, de la más
deliciosa comida árabe que he probado, siempre que fui a Jerusalén trataba de
comer ahí, y él amaba decirme hola
señorita, y yo respondía, marhaba rashid,
ana piddi wahet shawarma and shaim maánana ¿qué será de Rashid?, recuerdo
los bazares llenos de especies, otros con ropas, con recuerdos para turista, yo
jamás compré uno, los que tengo me los regalaron, ¿qué será de mis amigos de
entonces?, recuerdo la vista magnifica que se lograba tener desde la iglesia de
Las Naciones, como caminaba por barrios, donde los árabes me creían libanesa,
quizás era mejor dejarlos que piensen eso, cuando decía que era sudamericana, las
propuestas de matrimonio llegaban a mi como pedido de agua, (ahora creo que entiendo
por qué el matrimonio me causa cierto espanto). Recuerdo a mi amigo Wilson,
padre de la iglesia del Santo Sepulcro, ¿Qué será de él?, recuerdo a un chico
colombiano que trabajaba en un café, del cual nunca supe su nombre, yo para él
era “mi amor”, y el para mi, querido, no era necesario saber más.
Básicamente estos son los personajes y las imágenes que me recuerdan
la ciudad vieja de Jerusalén
Ahora, con los recientes ataques que han habido entre Israel y Palestina,
se me hace tan triste saberlo y ya me da hasta pereza intentar entender esto,
tengo varios amigos de Israel y palestina, todos muy queridos, y es ahí donde
un problema meramente a mi parecer político toma rosto y persona, al saber que
para mí, Israel tiene amistad, cariño, amores, y lo mismo palestina, tiene
hijos de mis amigos, mis amigos y amores.
Yo deje Israel un 11 de septiembre del 2001, y volví en febrero
del año siguiente, de alguna forma Israel había perdido esa magia que me
enamoraba o siendo más sincera, él que me enamoraba ya me había perdido, por
esto regresé a España, y luego a Ecuador a seguir mi vida.
He tenido ganas de volver a Israel, a palestina, pero la vida que
llevo no me permite ciertas cosas, y más que eso, quizás son las ganas de
recordar las cosas como eran y me gustaban sin miedo a la decepción.
A veces siento que va siendo hora de volver, aunque ya nada cueste
ashara shekels, aunque ningún joven
soldado me diga yafa, aunque rashid
ya no esté, aunque no haya ningún colombiano que me diga mi amor, aunque las
guapas mujeres tapadas, varias de ellas amigas mías, ya no estén o ya simplemente
no me recuerden, y aunque quien me enamoraba en Israel
ya no esté o lo que es peor, que todo eso que me enamoraba de Israel, ya no
esté.
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